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28 may 2014

           Tipos, Típicos, Tópicos


                   

Estos escritos son una recopilación de 80 a 100 columnas periodísticas sobre perfiles urbanos, publicadas en los desaparecidos diarios Hoja del Lunes y Hoja de Valencia, durante el periodo entre octubre de 1991 a abril de 1992. Creo que su mayor valor es el testimonio cotidiano que observaba en Valencia hace más de veinte años. Espero que os guste.









  
                    EL "MANGUI"

 

     Eres veloz, imprevisto en tus gestos, pues tu técnica es

jugar con la sorpresa y el desconcierto de quienes te descubren. Tu atuendo, el de cualquier muchacho común: vaqueros, chupa, suéter, zapatillas (para poder correr) no hacen sospechar en ti nada inconfesable.

     Vas junto a tu compañero, más bien cómplice, con andares ligeros, danzarines, acaso para ejercitar tu elasticidad... Miras como si tal cosa a los automóviles aparcados, y en una mirada fugaz sabes descubrir si en su interior hay radio fija o extraíble, la marca, el modelo y una serie de peculiaridades que sólo tú, experto en el mercado del hurto, sabes apreciar para su posible provecho. De repente, sorprendiendo a todos los que pasan cerca, propinas un tremendo codazo al cristal de la ventanilla y mientras tu compinche observa el entorno, te apropias impunemente del radiocasete de algún ciudadano que, aparte del aparato, lamentará el gasto de la ventanilla, cuyo cristal hará que desembolse unos cuantos miles de pesetas. Y, ¿todo por qué? El inmediato "por qué", el cotidiano, es que tú quieres dinero para los vicios (esos de la fiebre del sábado noche) y sabes que en el mercado negro de las zonas de moda hay una demanda que paga bien y no le importa la procedencia, más bien la prefiere, pues les ahorra el precio a la mitad. Plumíferos para fardar en las estaciones de esquí, chupas,... pero bueno, esa es especialización de otros colegas, lo tuyo son los coches.

 

     También están los de las chupas vaqueras, siempre marcas, claro está, los de los relojes; pero esos ya tienen que ir intimidando a chavales bambys y, a punta de navaja, hacerles quitar las cazadoras o el reloj, incluso a veces las zapatillas nuevecitas. Y todo esto, ante las temerosas miradas de los ciudadanos (domesticados ciudadanos de televisor y butaca) que tienen pavor a intervenir, olvidados del grito reivindicativo de Fuenteovejuna.

    

     De los otros "porqués" hay tanto que decir; el consumo hedonista que obliga a estirar el brazo hacia lo inaccesible para llegar, si es necesario con trampas, vejaciones, debilidades humillantes, a sentir realizado el placer de la propiedad del objeto deseado, aunque sea ajeno.

 

     Y tan culpables son los que roban como los que compran (y a veces incluso encargan previamente) sabiendo su procedencia ilegal... O puede que más los últimos si nos atenemos al sentido de justicia platónico, que juzga más responsable a quien mejor preparado cruza por la vida, al recibir mayores dones de ésta.

     Pero, en último caso, tu "porqué" es el que ahora me importa y me ocupa, pues las consecuencias, si no frenas a tiempo, pueden

ser tremendamente desesperanzadas en cualquier rincón de una cárcel.

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                                  Sony Grau Carbonell







27 may 2014




            Tipos, Típicos, Tópicos


                   

Estos escritos son una recopilación de 80 a 100 columnas periodísticas sobre perfiles urbanos, publicadas en los desaparecidos diarios Hoja del Lunes y Hoja de Valencia, durante el periodo entre octubre de 1991 a abril de 1992. Creo que su mayor valor es el testimonio cotidiano que observaba en Valencia hace más de veinte años. Espero que os guste.

                                    Sony Grau Carbonell









              VÍCTIMAS

 

 

     Verdaderamente me entristece y amarga, ante el discurrir cotidiano de la vida, comprobar que estas personas dejen de ser una singularísima página en los acontecimientos ciudadanos para convertirse en "típicos tópicos" de esta columna. No quisiera; pero así es.

    

     Muy cerca del monumento de Athenea, allí, en el paseo al Mar, ha sido inmolada una nueva víctima, el profesor Broseta, a manos de unos elementos de la corte de los brutos (aquél, el Bruto histórico, también quería dar que hablar), pero en este caso el inocente no pudo saber quiénes eran ni porqué lo hacían. Le dispararon por la espalda, como lo hacen los ruines, sin avisar, sin dar la cara ni retarlo a defenderse. Y, como un símbolo, ha caído donde era su lugar: al calor de los edificios universitarios, bajo el cielo de Valencia, a la que tanto quería, y junto a la sombra protectora de Athenea, que, como diosa de la sabiduría, le habrá guiado muchas veces en el camino de la moderación y el equilibrio.

 

     Al día siguiente, cuando aún no salíamos del estupor, dos jóvenes valencianos, sensibles, artistas de la música (esa música que les habrá ayudado a comunicarnos a los demás los sentimientos artísticos de grandes compositores y de ellos mismos) eran ametrallados sin compasión ni sentimientos. Fríamente, como se ejecutan las grandes canalladas.

    

     Sí, todo un significado paradigmático, unos tienen la fuerza del saber, del diálogo, del raciocinio, del arte y la comunicación sensitiva, y otros tienen la fuerza de la violencia más aberrante, tan sólo porque son incapaces de la discusión racional y no lo quieren intentar porque saben que perderían. No tienen dialéctica porque les falta la razón. Siempre ha sido igual a lo largo de los acontecimientos históricos, siempre han habido locos dispuestos a obedecer los dictados asesinos de otros que están en la sombra amparados por las leyes de convivencia y, gracias a ellas, pueden escurrirse por las rendijas de los legalismos apelados con toda la fuerza de la desvergüenza más insultante ante todos los que, día a día, defienden y respetan esa forma legal de concordia. No existe para ellos la pena de muerte; pero esos sí que la practican. Para ellos existen abogados; pero no a los demás, que les llega la muerte sin tan sólo tener el conocimiento de los motivos por los que han sido sentenciados en su juicio fanático y salvaje, el dictamen del terror. Así cercenan vidas, destruyen familias, quiebran ilusiones en nombre de unos fines que jamás, jamás, jamás, pueden justificar esos medios ante cualquier ciudadano con un mínimo de responsabilidad cívica.

 

     A no ser que nuestra sociedad esté enferma y perdida en el laberinto de sus propios errores.

29 abr 2014


                Tipos, Típicos, Tópicos





Estos escritos son una recopilación de 80 a 100 columnas periodísticas sobre perfiles urbanos, publicadas en los desaparecidos diarios Hoja del Lunes y Hoja de Valencia, durante el periodo entre octubre de 1991 a abril de 1992. Creo que su mayor valor es el testimonio cotidiano que observaba en Valencia hace más de veinte años. Espero que os guste.

                                    Sony Grau Carbonell



              LAS PAREJITAS

 

 

 

     Ya puede hacer frío, ya; ellos, impertérritos y ausentes a

todo lo que no sean sus apasionadas efusiones, forman un solo cuerpo en un alarde de infantil exhibicionismo. El, desgarbado pollito que se pasa las horas interminables ante el espejo del cuarto de baño, escudriñando la esporádica salida de algún pelo entre las innumerables espinillas de su barbilampiño mentón, y presume ante los compañeros de primero de BUP de ligar más que el "guaperas" de la Harley..., pero, quiá!, a él no le hace falta ninguna moto ni nada; por el morro consigue más que nadie.

Ella, una adolescente que se pinta profusamente en el ascensor o en casa de las amigas, donde también se pone la mini, que más bien parece una faja, porque en su casa no quieren entender, ¡que fastidio!, que es ya toda una mujer con personalidad. Al salir del colegio de monjas, de donde lo único que le chincha es llevar uniforme, se encuentra con su enamorado y marchan al banco del jardín, mediodía y tarde, para dedicarse a sus arrumacos y besuqueos interminables. Los paseantes de más edad les observan con miradas censurables y murmuran comentarios críticos a esta sociedad permisiva que no los toma de la oreja y les lava la boca con agua y jabón, como hicieran ellos con sus hijos cuando soltaban alguna procacidad... ¡Qué vergüenza! ¡Vaya juventud! Y ellos, enroscados en un malabarismo de kamasutra, se hacen los ausentes, como inhibiéndose, aunque en realidad se les escapa (sobre todo, a la niña) cierta risita nerviosa de compincheo culpable y satisfecho. Se ha conseguido la meta sin la cual mermaría el interés: escandalizar a los mayores.

    

     En mi tiempo juvenil se asistía a guateques caseros, de tenue luz y música lenta, disfrazadas de B.B. o de Juliette Greco... (aquellos minipañuelitos de gasa atados a la barbilla !en pleno julio mediterráneo!, o los largos cabellos lacios ocultando casi el rostro de aspecto maquilladamente demacrado que hacía pensar a nuestros padres en si realmente no nos asábamos de calor y si acaso estábamos enfermas). Todo es cuestión de modas y hormonas; el tiempo va curando esos arrebatos, y al cabo de unos meses, aburridos de hacer el numerito, estas parejitas se dedican a otras actividades del siguiente escalón en la empinada cuesta hacia la madurez.

    

     Tendrán que terminar BUP, COU y Selectivo, buscar el cauce de su futuro y madurar a golpe de responsabilidades. No pasa nada con estas exhibiciones -la mayoría de las veces, claro-, pero siempre sería mejor que agotaran sus energías haciendo deporte.

 

     Seguro que se sentirían más realizados.

 

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12 mar 2014


 








Estos escritos son una recopilación de 80 a 100 columnas periodísticas sobre perfiles urbanos, publicadas en los desaparecidos diarios Hoja del Lunes y Hoja de Valencia, durante el periodo entre octubre de 1991 a abril de 1992. Creo que su mayor valor es el testimonio cotidiano que observaba en Valencia hace más de veinte años. Espero que os guste.

                                    Sony Grau Carbonell

                        

                        LA PALOMA

 

  

     Es glotona del grano que le ofrecen los niños. Confiada, se llega hasta sus breves sombras -que la luz cenital del mediodía reduce aún más en la soleada plaza de la Virgen jugando con ellos a pillar, y ganando siempre, en virtud de sus dones aéreos. Es uno de los "tipos", zoológicos, más "típicos" y "tópicos" representativos de la paz, aunque haya quienes prefieran convertirla en diana móvil de su puntería ociosa y huera.

Agradecida y dúctil para la doma, ha sido, secularmente, eficacísima mensajera gracias a su sentido de orientación superdotado, aunque, ahora ande un tanto desorientada (o, ¿sería mejor decir des-próximo-orientada?)*.

 

     Lleva años buscando su nido por las tierras de Sudán, Galilea, Samaria, y ella sabe que sería bien recibida entre las gentes, a no ser por los de siempre: los ambiciosos de poder, los manipuladores de grupos humanos que, por sí solos, jamás se niegan entre ellos el pan y la sal por cuestiones de identidad, lengua ni creencia.

    

     Ella nació al culto popular en aquellas tierra, entre la

simbología milenaria de Siria y Fenicia, como compañera inseparable de la diosa del amor, Astarté, que luego sería Afrodita griega, Venus romana..., y claro, mensajera del amor, devino en pacificadora. También en Madrid hay una mediadora celestial, la Virgen de la Paloma. ¿Habrá ido alguien a depositar la ofrenda de paz? No, no creo. Hoy en día Occidente no pone ofrendas votivas más que ante los templos del interés y

el plazo fijo. Pero bueno, es cuestión de tiempo. Los ciclos siempre se repiten...

 

     La paloma de la plaza, ronronea, toma el último grano

escondido entre la plegada sombra del niño, revolotea por la fuente, sorbe un trocito de nubes reflejada, y remonta el vuelo hasta la cornisa de la catedral quedando quieta, como un tanto pensativa.

 

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* Se refiere a la reunión de paz en Madrid entre israelíes y palestinos bajo los auspicios del gobierno español (del PSOE).

 
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15 feb 2014


 


Estos escritos son una recopilación de 80 a 100 columnas periodísticas sobre perfiles urbanos, publicadas en los desaparecidos diarios Hoja del Lunes y Hoja de Valencia, durante el periodo entre octubre de 1991 a abril de 1992. Creo que su mayor valor es el testimonio cotidiano que observaba en Valencia hace más de veinte años. Espero que os guste.
                                    Sony Grau Carbonell



                                            EL ABUELO


 

 

     Todos los días lo bajan al sol. Gruñendo entre dientes cualquier pequeñez; observa, sentado en el banco del polvoriento y pelado jardincillo del barrio, todos los diarios ajetreos de la gente que, curiosamente, se repiten con bastante monotonía a través de las semanas, los meses, incluso los años. ¿Cuándo vino a está ciudad desorbitada? Seguramente allá por los sesenta, cuando el boom de la construcción hizo inmigrar a toda la familia buscando el estatus industrial. O quizá cuando alguna de aquellas presas ahogó su querido pueblo, con todas sus vivencias juveniles, y que hoy, sentado en el banco del sol, revive cada día en su vídeo mental.

 

     No le gusta la ciudad. Dice que es demasiado ruidosa y nunca se ha podido acostumbrar a esto. Le aturde, le marea. Demasiada gente, demasiada prisa. En la casa se pasa casi todo el día solo. Todos trabajan: la hija, el yerno, el nieto mayor, y los chicos, en el colegio... Si todos hubiesen trabajado así allá, en el pueblo, seguro que les habría ido bien. No lo entiende, no lo puede ni quiere entender. Ni siquiera tiene el bar del Ramón, donde las tardes se diluían al calorcillo del vino y la conversación. Charlas que perdieron su sentido, incluso su aroma: majada, siembra, cañada, coto, siega... Ahora se habla de otro modo y siempre huele a gasolina, si lo sabrá él que tiene olfato aun, que conserva el primitivo... Sí, es verdad que en el barrio han organizado un local para viejos, "club del jubilado",como le llaman los de la asociación de vecinos. Pero, qué, allí no se oye el mismo lenguaje. Uno es de Aragón; otro, andaluz; otro gallego... ¡Ni siquiera saben jugar al mus! Cada uno habla, él se da cuenta, mientras los demás no entienden, porque cada cual está en su pueblo, en su juventud. Y todos acaban viendo la tele, como si estuviesen solos. A veces les llegan personas importantes que les hablan de cosas que no entienden, pero que bien sabe él lo que buscan: los votos. Después, si te he visto no me acuerdo. Si al final todos ellos votan lo que les aconsejan sus hijos...

    

     Por eso le gusta más estar allí, al solecillo cálido de invierno, sentado en su banco, viendo pasar a los jóvenes, a las chicas guapas, a los niños, y no rodeado de viejos.

 

     Es hora de comer, el sol invernal baja, poco a poco, su termostato. Una jovencita se lleva al viejo hacia su casa

mientras él va gruñendo entre dientes cualquier pequeñez, y la niña se queja: "Ay, abuelo, que cosas tiene, siempre refunfuñando por nada."

 

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7 feb 2014


 
Tipos, típicos, tópicos


                        
                         "HIPPIES"

 

 

     No, ya no les mueve al vagabundeo internacional (Katmandú,

San Francisco, Bangladesh, Ibiza...) los ideales románticos de vida natural, comunitaria y antiurbana. Ya quedaron lejos, allá en el setenta, aquellas canciones de no violencia con las que disparaban, en un duelo desequilibrado, hacia las trincheras de Vietnam. Ya los símbolos orientales, las flores en el pelo (a veces con parásitos), los chalecos multicolores, las telas de bambula con dibujos cachemitas, los signos de paz y amor, y  canciones de Bob Dylan; no les impulsa a mejorar las cosas.

    

     Hoy están imbricados en el engranaje consumista y ciudadano, ahí, junto a unos macroalmacenes, viviendo, como tantos otros vendedores, del hombre gris y vulgar de la calle, del comprador. Subsistiendo, como lo hace el pequeño comerciante, del goteo diario. Claro que sin pagar todas las mil y una licencias, tasas, etcétera, que tiene que sufrir el autónomo reconocido. Tan sólo guardan de "hippies" el nombre exótico que, de algún modo, explotan entre el subconsciente melancólico de los cuarentones y el mitologismo de los jóvenes actuales que entre perfume de sándalo y ropa taiwanera importada, creen revivir (el ensueño y la imaginación todo lo idealiza) aquel movimiento de rebeldía que quiso encontrar su nuevo camino haciendo un sincretismo, casi esperpéntico, con la filosofía oriental, decadente, la literatura de Herman Hesse y el LSD..., terminando esta senda en el Parterre, así, como otros muchos parterres de las grandes metrópolis, desarrollando un sistema de compra-venta mercader tan secularmente arraigado en los pueblos viejos de tradición mediterránea y oriental.

    

     Claro, que, éstos no son "híppies". Los auténticos (que, en realidad, nunca renunciaron a la aspirina y el antibiótico de la civilización que tanto despreciaban), los herederos del existencialismo, los padres de la contracultura, lo beat, el ecologismo, etc. han guardado en el armario sus viejos símbolos que trujamanearon en su día los actuales y viven confortablemente de sus ingresos profesionales; "escribieron en el viento", y su mensaje quedó tan sólo impreso en el recuerdo.

 

     Quisieron cambiar el mundo con canciones y cuando no lo lograron se zambulleron en él, o, como otros más desencantados, pidieron que lo pararan para apearse. Pero, los del Parterre, esos no son hippies. Esos son comerciantes espabilados que, eso sí, como los otros, se aprovechan de la organización ciudadana, las infraestructuras municipales y las grandes afluencias urbanas a cambio de unas aportaciones mínimas como contribuyentes.

 

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31 ene 2014


                     


Estos escritos son una recopilación de 80 a 100 columnas periodísticas sobre perfiles urbanos, publicadas en los desaparecidos diarios Hoja del Lunes y Hoja de Valencia, durante el periodo entre octubre de 1991 a abril de 1992. Creo que su mayor valor es el testimonio cotidiano que observaba en Valencia hace más de veinte años. Espero que os guste.
                                    Sony Grau Carbonell





              




             Tipos, típicos, tópicos



                 LAS REBAJAS

 

 

Por fin se acabaron las fiestas.


La casa llena de bolsas comerciales, de polvo acumulado por la escueta limpieza, de ropa por planchar (montones desordenados), de adornos navideños que empaquetar nuevamente y guardar hasta el próximo año, y sobre todo, de tíckets de compra, unas imprescindibles, otras condicionadas por las circunstancias del entorno, que hacen de la cartera un objeto mil veces consultado en un vano intento esperanzado de procreación milagrosa. Ella, el ama de casa,se angustia. No debería de haber cedido a tantas tentaciones del consumo, no. Es un poco tarde, ya lo sabe, siempre le ocurre igual. Cada año se propone frenar a tiempo los gastos superfluos, pero es tan inútil como nadar contra corriente. ¿Qué hacer ahora? Consulta el presupuesto y se aterroriza, la nevera vacía parece que le mira burlonamente con su bostezo lánguido y frío; hay que echar mano de la inventiva economizante.

 

     Ante todo, los imperativos de primera necesidad: comer. Se acerca cautelosamente al super y comprueba, asustada, que, al igual que al regreso de las vacaciones de verano, todo ha subido. Le dicen unos que por la gasolina, otros que por el IVA, algunos que por el Mercado Común, y ella sospecha que lo único común es la falta de honradez política y el exceso de ineptitud, Todo sube, pero a su casa le llega lo mismo que hace un año... o menos, pues Manolín, su hijo mayor, está en el paro; ya le dirán…

    

     Pobre Maruja, el calvario que tiene delante no es para menos. Para postre, el pequeño le viene del colegio contándole los grandes regalos que ha recibido algún compañero de clase. Y es que hay padres, no quiere pensar mal, que no sabe de dónde sacan el dinero. Ha despachado a su niño de la cocina diciéndole que "las cosas no dan la felicidad" y un montón de moralejas más, pobre crío, cómo la habrá visto que se ha escabullido hasta su cuarto y no ha soltado prenda. Para postre, la tele les ha bombardeado con las rebajas, sí, sí, rebajas, como no se le den gratis... Su amiga le llama por teléfono, podrían quedar para después de la telenovela, le han dicho que en el "corteplín" y en "almacerías" hay unas gangas fenomenales. Le contesta tajante: "la mejor ganga es no comprar lo que no es necesario". Claro que, es verdad que necesita calcetines y ropa interior para los chicos. "Bueno, (le dice ), pero sólo eso y lo demás a mirar, ¿eh?".

 

     A las cuatro y media en punto, acicaladas y festivas, las

dos amigas se dirigen presurosas hacia el centro de la ciudad, comentando los acontecimientos de los días pasados, regalos, comidas, dimes y díretes de las reuniones familiares, mientras hacen cálculos de hasta dónde podrán usar la tarjeta de crédito... y mañana, será otro día.

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28 ene 2014


 




                   




Estos escritos son una recopilación de 80 a 100 columnas periodísticas sobre perfiles urbanos, publicadas en los desaparecidos diarios Hoja del Lunes y Hoja de Valencia, durante el periodo entre octubre de 1991 a abril de 1992. Creo que su mayor valor es el testimonio cotidiano que observaba en Valencia hace más de veinte años. Espero que os guste.
                                    Sony Grau Carbonell




              




   Tipos, típicos, tópicos


 

                    LOS INTELECTUALOIDES

 

                                      

 

     Son un enjambre que rodea a los famosos escritores, pensadores, poetas laureados y reconocidos, buscando el saludo amistoso, como las moscas al pastel, y para ello no pierden ocasión de asistir a cualquiera de los acontecimientos culturales de nivel. Eso sí, financiados por los despachos generosos del poder político. Se trate de presentación de libro costosísimo y a cuenta del erario público, mesa redonda con personajes traídos de Madrid con alto caché y hotel de cinco estrellas; lectura poética ininteligible y aburridísima..., no dejan de presentarse para ser vistos y que cuenten con ellos en posibles futuras reuniones, a las que poder sumarse como corte de meritorios émulos de los esperpénticos personajillos de Valle Inclán, sobre todo en "Luces de bobemia". Para ellos no hay mejores autores que los reconocidos por el triunfo, el aplauso y la subvención oficial. Y no les importa si el triunfo se adquiere cediendo a la ética, si el aplauso fue concertado, o la subvención conseguida en pactos de amiguismos; no importa, para ellos lo que cuenta es el final a base de los medios que sean.

 

Son incapaces de emitir una crítica sincera, objetivamente analizada desde el punto de vista literario o artístico exclusivamente, sin pasarla por el cedazo del interés a los prejuicios de casta. Suelen preguntar: "¿Quién es ése?", y si no figura en la lista de los que se barajan (a veces con cartas trucadas) la fama en la ciudad, entonces no escribe bien, ni pinta, ni puede emitir pensamientos dignos de atención.

    

     Si fuesen verdaderos intelectuales, tendrían la grandeza de reconocer la calidad sin importarles el nombre, aunque cínicamente tuviesen que admitir que la vida social es así de tramposa. Mas para esto es necesaria una pequeña dosis de clase, de aristocracia ortegiana, y un mucho de valentía, virtudes que no se encuentran en la órbita de estas almas pequeñas y mezquinas. Posiblemente algún día alcancen el reconocimiento de tertulias y grupúsculos más o menos desconocidos; satisfechos, se pavonearán por los cócteles dee inauguraciones apoyados en la amistad de algún "importante" cargo oficial y, aunque para ello haya cedido a fidelidades amistosas interesadas olvidando viejos amigos, viejas reuniones y viejas enseñanzas de autenticidades, podrán presumir ante unos pocos y engañar a otros pocos, de que han logrado subir un escalón hacia la fama.

 

     Peldaño resbaladizo en el que se suele estar continuamente

observando las últimas tendencias, caprichos o imposiciones culturales para elogiar o denostar tal o cual ismo.

 

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22 ene 2014


 

 

 

                         El feriante


 

 

     Rueda la noria, rueda, vuela al aire las ilusiones y llevan hacia arriba los ojos curiosos de horizontes voladores, hacia abajo, el vértigo, las cosquillas en el estómago, y la incógnita de si parará el feriante en esta vuelta o la próxima. La sirena estridente nos avisa del momento. Se acabó la ilusión. Vueltas y más vueltas del tiovivo infantil, donde los pequeñines se imaginan héroes de hazañas oníricas e ignoradas, por siempre, para el adulto. Vueltas y más vueltas en el autobús los más conformistas, en el caballito para la niña soñadora e imaginativa, o el bronco rocín del vaquero temerario de seis años. Oculta por los visillos de la carroza la Cenicienta, Rosa de tres años, o la dinámica motora que irrumpe en el mar, soñado por la mente fantástica de Pablito. Después los mayores prefieren la velocidad y el riesgo de los artilugios modernos, el sentir la velocidad y el riesgo, el sentir su corazón en un puño... y el alivio de bajarse sano y salvo con los poros respirando vibraciones, al igual que el pecho dilatado por la satisfacción. Los jugadores, al sorteo de los cartones que prolonguen sus visitas al bingo y otros las vacilaciones a demostrar ante los demás su puntería impresionante a tres palmos del punto de mira.

 

     Detrás de todo esto, familias trashumantes que han hecho del carromato su vivienda y de la carretera su barrio. Las caravanas, con todas las comodidades de los servicios modernos, electrodomésticos, televisión, teléfono portátil, etc., intentan salvar el calor de hogar que la mujer acicala con macetas en la baranda del diminuto porche. Los niños ayudan en lo que pueden pero ¿y el colegio?, es un problema que se soluciona gracias a los abuelos que cuidan de ellos, aunque siempre prefieren estar con los padres y disfrutar de esta vida de aventuras que imaginan el mundo de la feria, con la envidia que despierta a los niños de la ciudad visitada el saberlos poseedores de todas las vueltas, horas y horas, para disfrutar de las atracciones.

 

     En verdad, la realidad es otra, siempre es otra la realidad, pues el padre no deja que se utilice aquello sin que haya clientes, no es rentable. La luz es muy cara, los impuestos son desmesurados, cada año más y más, el combustible, el desgaste de las piezas, la mano de obra,... y todo para ganar algo con lo que vivir. Pero si cuenta los jornales de la mujer, el hijo mayor, y él mismo, no compensaría. Pero, en fin, su padre lo aprendió del abuelo, él de su padre, y su hijo aprenderá de él, si no fuese así, se acabaría la feria.

 

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20 ene 2014


                   


Estos escritos son una recopilación de 80 a 100 columnas periodísticas sobre perfiles urbanos, publicadas en los desaparecidos diarios Hoja del Lunes y Hoja de Valencia, durante el periodo entre octubre de 1991 a abril de 1992. Creo que su mayor valor es el testimonio cotidiano que observaba en Valencia hace más de veinte años. Espero que os guste.
                                    Sony Grau Carbnell





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                PORTERAS

 

 

     La portera de la finca de mi abuela es todo un personaje, en vías de extinción, y por ello merecedor de ser declarado tipo, típico, tópico, protegido.

    

     Cuando al llegar al zaguán la vislumbro dentro de la garita (ese pequeño espacio en el que está prisionera de 8 a 2 y de 4 a 10), ya puedo estar segura de que he sido detectada por su radar de experimentada observación. ¿Cómo logrará captarme? A veces, confieso que malévolamente, entro de puntillas, sin que los tacones redoblen sobre el suelo. Banal tarea; ya está ella alertada por quién sabe qué misteriosos poderes y surge a mi encuentro para saludar mientras espero el ascensor. "¿Qué, a visitar a la abuelita?', me pregunta con su mejor sonrisa, arrebujándose bajo su toquilla, en un gesto habitual de imaginarios escalofríos, tan femenino, tan marujil. Y comienza el interrogatorio infalible que haría envidiar a la KGB, CIA y Mosad juntos.

    

     En los pocos segundos del trayecto descendente del artefacto logra sonsacar, a mí y a cualquiera, las intenciones de la visita, la procedencia y destino inmediato de ésta, la salud de los allegados, y un sinfín de personales circunstancias. Claro que, a su vez, ella suele ser recíproca en informaciones, si se desea conocer cuánto, cómo y porqué del piso que se vende o alquila, de la marcha de los negocios periféricos, de en dónde hay un practicante a domicilio, un albañil, un fontanero, y todo un largo etcétera de servicios, mejor informados que en las páginas, las amarillas.

    

     Sólo hay una hora de huelga voluntaria en estos menesteres. Es la hora mágica para entrar y salir sin casi ser visto. La hora eterna de ausencia vigilante, en la que esta entrañable portera no saluda ni a su madre: es la hora del culebrón. Pero no crean, aunque en ese tiempo no se dé por enterada, ha estado, con sus misteriosos poderes, al tanto de quién se dejó el ascensor abierto (para chincharla, porque le tiene tirria) o quien tiró la colilla en el patio porque es un gorrino que le importa un pito el aseo y limpieza de la finca...

 

     Créanme, cuando a veces me acerco a cualquier edificio nuevo, patios funcionales, solitarios, fríos, donde el portero electrónico (¡qué horror!) o el videoportero pretenden sustituir el servicio humano; no dejo de recordar a la señora Rosa, la portera de la finca de mi abuela, como alguien castizo y añejo de una época socialmente humana y relajada.

 

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