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28 ago 2012

Me he encontrado con la cara humana de la crisis. No en una noticia del periódico, en la tele o en los debates de vocingleros demagogos, colaboradores bien remunerados por la cadena de turno, no. Mi experiencia ha sido real, de carne y hueso de un hombre mayor que desesperado por ayudar a su hija embarazada de cuatro meses y abandonada por su pareja sin poder hacer frente al pago de la hipoteca,
tomó un tren con lo justo para la ida, esperando que el pariente lejano le ayudase. Encontrando un rechazo total sin recibir al menos para el billete de vuelta. Su cuerpo, caído con estruendo en medio del silencio de la capilla, hasta donde llegó para descansar y rezar pidiendo ayuda "superior" nos confirmó el agotamiento y la debilidad de aquel padre, muy mayor, que, nos contó con dignidad avergonzada, llevaba dos días sin comer (sólo unas naranjas que le había dado un verdulero que le recogió un tramo en autostop) y que mal que bien intentaba llegar a su lejano pueblo del sur. El final no importa pues es asunto de solidaridad. Lo que sí importa es que hayamos permitido que un sistema corrupto de mangantes e inútiles defenestre nuestro bienestar social ganado, año tras año, con el trabajo y vida honrada con la austeridad de nuestros padres y nuestra lejana infancia, carente de casi todo, y que hoy somos pensionistas indignados ante tantos desvergonzados e inútiles políticos qu nos tienen en la cuerda floja de la inseguridad.

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