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31 ene 2014


                     


Estos escritos son una recopilación de 80 a 100 columnas periodísticas sobre perfiles urbanos, publicadas en los desaparecidos diarios Hoja del Lunes y Hoja de Valencia, durante el periodo entre octubre de 1991 a abril de 1992. Creo que su mayor valor es el testimonio cotidiano que observaba en Valencia hace más de veinte años. Espero que os guste.
                                    Sony Grau Carbonell





              




             Tipos, típicos, tópicos



                 LAS REBAJAS

 

 

Por fin se acabaron las fiestas.


La casa llena de bolsas comerciales, de polvo acumulado por la escueta limpieza, de ropa por planchar (montones desordenados), de adornos navideños que empaquetar nuevamente y guardar hasta el próximo año, y sobre todo, de tíckets de compra, unas imprescindibles, otras condicionadas por las circunstancias del entorno, que hacen de la cartera un objeto mil veces consultado en un vano intento esperanzado de procreación milagrosa. Ella, el ama de casa,se angustia. No debería de haber cedido a tantas tentaciones del consumo, no. Es un poco tarde, ya lo sabe, siempre le ocurre igual. Cada año se propone frenar a tiempo los gastos superfluos, pero es tan inútil como nadar contra corriente. ¿Qué hacer ahora? Consulta el presupuesto y se aterroriza, la nevera vacía parece que le mira burlonamente con su bostezo lánguido y frío; hay que echar mano de la inventiva economizante.

 

     Ante todo, los imperativos de primera necesidad: comer. Se acerca cautelosamente al super y comprueba, asustada, que, al igual que al regreso de las vacaciones de verano, todo ha subido. Le dicen unos que por la gasolina, otros que por el IVA, algunos que por el Mercado Común, y ella sospecha que lo único común es la falta de honradez política y el exceso de ineptitud, Todo sube, pero a su casa le llega lo mismo que hace un año... o menos, pues Manolín, su hijo mayor, está en el paro; ya le dirán…

    

     Pobre Maruja, el calvario que tiene delante no es para menos. Para postre, el pequeño le viene del colegio contándole los grandes regalos que ha recibido algún compañero de clase. Y es que hay padres, no quiere pensar mal, que no sabe de dónde sacan el dinero. Ha despachado a su niño de la cocina diciéndole que "las cosas no dan la felicidad" y un montón de moralejas más, pobre crío, cómo la habrá visto que se ha escabullido hasta su cuarto y no ha soltado prenda. Para postre, la tele les ha bombardeado con las rebajas, sí, sí, rebajas, como no se le den gratis... Su amiga le llama por teléfono, podrían quedar para después de la telenovela, le han dicho que en el "corteplín" y en "almacerías" hay unas gangas fenomenales. Le contesta tajante: "la mejor ganga es no comprar lo que no es necesario". Claro que, es verdad que necesita calcetines y ropa interior para los chicos. "Bueno, (le dice ), pero sólo eso y lo demás a mirar, ¿eh?".

 

     A las cuatro y media en punto, acicaladas y festivas, las

dos amigas se dirigen presurosas hacia el centro de la ciudad, comentando los acontecimientos de los días pasados, regalos, comidas, dimes y díretes de las reuniones familiares, mientras hacen cálculos de hasta dónde podrán usar la tarjeta de crédito... y mañana, será otro día.

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28 ene 2014


 




                   




Estos escritos son una recopilación de 80 a 100 columnas periodísticas sobre perfiles urbanos, publicadas en los desaparecidos diarios Hoja del Lunes y Hoja de Valencia, durante el periodo entre octubre de 1991 a abril de 1992. Creo que su mayor valor es el testimonio cotidiano que observaba en Valencia hace más de veinte años. Espero que os guste.
                                    Sony Grau Carbonell




              




   Tipos, típicos, tópicos


 

                    LOS INTELECTUALOIDES

 

                                      

 

     Son un enjambre que rodea a los famosos escritores, pensadores, poetas laureados y reconocidos, buscando el saludo amistoso, como las moscas al pastel, y para ello no pierden ocasión de asistir a cualquiera de los acontecimientos culturales de nivel. Eso sí, financiados por los despachos generosos del poder político. Se trate de presentación de libro costosísimo y a cuenta del erario público, mesa redonda con personajes traídos de Madrid con alto caché y hotel de cinco estrellas; lectura poética ininteligible y aburridísima..., no dejan de presentarse para ser vistos y que cuenten con ellos en posibles futuras reuniones, a las que poder sumarse como corte de meritorios émulos de los esperpénticos personajillos de Valle Inclán, sobre todo en "Luces de bobemia". Para ellos no hay mejores autores que los reconocidos por el triunfo, el aplauso y la subvención oficial. Y no les importa si el triunfo se adquiere cediendo a la ética, si el aplauso fue concertado, o la subvención conseguida en pactos de amiguismos; no importa, para ellos lo que cuenta es el final a base de los medios que sean.

 

Son incapaces de emitir una crítica sincera, objetivamente analizada desde el punto de vista literario o artístico exclusivamente, sin pasarla por el cedazo del interés a los prejuicios de casta. Suelen preguntar: "¿Quién es ése?", y si no figura en la lista de los que se barajan (a veces con cartas trucadas) la fama en la ciudad, entonces no escribe bien, ni pinta, ni puede emitir pensamientos dignos de atención.

    

     Si fuesen verdaderos intelectuales, tendrían la grandeza de reconocer la calidad sin importarles el nombre, aunque cínicamente tuviesen que admitir que la vida social es así de tramposa. Mas para esto es necesaria una pequeña dosis de clase, de aristocracia ortegiana, y un mucho de valentía, virtudes que no se encuentran en la órbita de estas almas pequeñas y mezquinas. Posiblemente algún día alcancen el reconocimiento de tertulias y grupúsculos más o menos desconocidos; satisfechos, se pavonearán por los cócteles dee inauguraciones apoyados en la amistad de algún "importante" cargo oficial y, aunque para ello haya cedido a fidelidades amistosas interesadas olvidando viejos amigos, viejas reuniones y viejas enseñanzas de autenticidades, podrán presumir ante unos pocos y engañar a otros pocos, de que han logrado subir un escalón hacia la fama.

 

     Peldaño resbaladizo en el que se suele estar continuamente

observando las últimas tendencias, caprichos o imposiciones culturales para elogiar o denostar tal o cual ismo.

 

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22 ene 2014


 

 

 

                         El feriante


 

 

     Rueda la noria, rueda, vuela al aire las ilusiones y llevan hacia arriba los ojos curiosos de horizontes voladores, hacia abajo, el vértigo, las cosquillas en el estómago, y la incógnita de si parará el feriante en esta vuelta o la próxima. La sirena estridente nos avisa del momento. Se acabó la ilusión. Vueltas y más vueltas del tiovivo infantil, donde los pequeñines se imaginan héroes de hazañas oníricas e ignoradas, por siempre, para el adulto. Vueltas y más vueltas en el autobús los más conformistas, en el caballito para la niña soñadora e imaginativa, o el bronco rocín del vaquero temerario de seis años. Oculta por los visillos de la carroza la Cenicienta, Rosa de tres años, o la dinámica motora que irrumpe en el mar, soñado por la mente fantástica de Pablito. Después los mayores prefieren la velocidad y el riesgo de los artilugios modernos, el sentir la velocidad y el riesgo, el sentir su corazón en un puño... y el alivio de bajarse sano y salvo con los poros respirando vibraciones, al igual que el pecho dilatado por la satisfacción. Los jugadores, al sorteo de los cartones que prolonguen sus visitas al bingo y otros las vacilaciones a demostrar ante los demás su puntería impresionante a tres palmos del punto de mira.

 

     Detrás de todo esto, familias trashumantes que han hecho del carromato su vivienda y de la carretera su barrio. Las caravanas, con todas las comodidades de los servicios modernos, electrodomésticos, televisión, teléfono portátil, etc., intentan salvar el calor de hogar que la mujer acicala con macetas en la baranda del diminuto porche. Los niños ayudan en lo que pueden pero ¿y el colegio?, es un problema que se soluciona gracias a los abuelos que cuidan de ellos, aunque siempre prefieren estar con los padres y disfrutar de esta vida de aventuras que imaginan el mundo de la feria, con la envidia que despierta a los niños de la ciudad visitada el saberlos poseedores de todas las vueltas, horas y horas, para disfrutar de las atracciones.

 

     En verdad, la realidad es otra, siempre es otra la realidad, pues el padre no deja que se utilice aquello sin que haya clientes, no es rentable. La luz es muy cara, los impuestos son desmesurados, cada año más y más, el combustible, el desgaste de las piezas, la mano de obra,... y todo para ganar algo con lo que vivir. Pero si cuenta los jornales de la mujer, el hijo mayor, y él mismo, no compensaría. Pero, en fin, su padre lo aprendió del abuelo, él de su padre, y su hijo aprenderá de él, si no fuese así, se acabaría la feria.

 

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20 ene 2014


                   


Estos escritos son una recopilación de 80 a 100 columnas periodísticas sobre perfiles urbanos, publicadas en los desaparecidos diarios Hoja del Lunes y Hoja de Valencia, durante el periodo entre octubre de 1991 a abril de 1992. Creo que su mayor valor es el testimonio cotidiano que observaba en Valencia hace más de veinte años. Espero que os guste.
                                    Sony Grau Carbnell





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                PORTERAS

 

 

     La portera de la finca de mi abuela es todo un personaje, en vías de extinción, y por ello merecedor de ser declarado tipo, típico, tópico, protegido.

    

     Cuando al llegar al zaguán la vislumbro dentro de la garita (ese pequeño espacio en el que está prisionera de 8 a 2 y de 4 a 10), ya puedo estar segura de que he sido detectada por su radar de experimentada observación. ¿Cómo logrará captarme? A veces, confieso que malévolamente, entro de puntillas, sin que los tacones redoblen sobre el suelo. Banal tarea; ya está ella alertada por quién sabe qué misteriosos poderes y surge a mi encuentro para saludar mientras espero el ascensor. "¿Qué, a visitar a la abuelita?', me pregunta con su mejor sonrisa, arrebujándose bajo su toquilla, en un gesto habitual de imaginarios escalofríos, tan femenino, tan marujil. Y comienza el interrogatorio infalible que haría envidiar a la KGB, CIA y Mosad juntos.

    

     En los pocos segundos del trayecto descendente del artefacto logra sonsacar, a mí y a cualquiera, las intenciones de la visita, la procedencia y destino inmediato de ésta, la salud de los allegados, y un sinfín de personales circunstancias. Claro que, a su vez, ella suele ser recíproca en informaciones, si se desea conocer cuánto, cómo y porqué del piso que se vende o alquila, de la marcha de los negocios periféricos, de en dónde hay un practicante a domicilio, un albañil, un fontanero, y todo un largo etcétera de servicios, mejor informados que en las páginas, las amarillas.

    

     Sólo hay una hora de huelga voluntaria en estos menesteres. Es la hora mágica para entrar y salir sin casi ser visto. La hora eterna de ausencia vigilante, en la que esta entrañable portera no saluda ni a su madre: es la hora del culebrón. Pero no crean, aunque en ese tiempo no se dé por enterada, ha estado, con sus misteriosos poderes, al tanto de quién se dejó el ascensor abierto (para chincharla, porque le tiene tirria) o quien tiró la colilla en el patio porque es un gorrino que le importa un pito el aseo y limpieza de la finca...

 

     Créanme, cuando a veces me acerco a cualquier edificio nuevo, patios funcionales, solitarios, fríos, donde el portero electrónico (¡qué horror!) o el videoportero pretenden sustituir el servicio humano; no dejo de recordar a la señora Rosa, la portera de la finca de mi abuela, como alguien castizo y añejo de una época socialmente humana y relajada.

 

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12 ene 2014

Año nuevo, proyectos nuevos:


Después de estos meses pasados con acontecimientos personales difíciles, he retomado un proyecto que tenía en dique seco; una novela cuyo tema narra un episodio de la historia valenciana a través de una serie de intrigas en torno a un misterio no resuelto hasta hoy.


Espero poder disponer del entusiasmo necesario para dedicar todo mi tiempo libre, después de atender la prioridad actual familiar.


Oh Musas, espero vuestra ayuda, escuchad esta invocación.