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"HIPPIES"
No, ya no les mueve al vagabundeo
internacional (Katmandú,
San
Francisco, Bangladesh, Ibiza...) los ideales románticos de vida natural,
comunitaria y antiurbana. Ya quedaron lejos, allá en el setenta, aquellas canciones
de no violencia con las que disparaban, en un duelo desequilibrado,
hacia las trincheras de Vietnam. Ya los símbolos orientales, las flores en el
pelo (a veces con parásitos), los chalecos multicolores, las telas de bambula
con dibujos cachemitas, los signos de paz y amor, y canciones de Bob Dylan; no les impulsa a
mejorar las cosas.
Hoy están imbricados en el engranaje
consumista y ciudadano, ahí, junto a unos macroalmacenes, viviendo, como tantos
otros vendedores, del hombre gris y vulgar de la calle, del comprador.
Subsistiendo, como lo hace el pequeño comerciante, del goteo diario. Claro que
sin pagar todas las mil y una licencias, tasas, etcétera, que tiene que sufrir
el autónomo reconocido. Tan sólo guardan de "hippies" el nombre
exótico que, de algún modo, explotan entre el subconsciente melancólico de los
cuarentones y el mitologismo de los jóvenes actuales que entre perfume de
sándalo y ropa taiwanera importada, creen revivir (el ensueño y la imaginación
todo lo idealiza) aquel movimiento de rebeldía que quiso encontrar su nuevo
camino haciendo un sincretismo, casi esperpéntico, con la filosofía oriental,
decadente, la literatura de Herman Hesse y el LSD..., terminando esta senda en
el Parterre, así, como otros muchos parterres de las grandes metrópolis,
desarrollando un sistema de compra-venta mercader tan secularmente arraigado en
los pueblos viejos de tradición mediterránea y oriental.
Claro, que, éstos no son
"híppies". Los auténticos (que, en realidad, nunca renunciaron a la
aspirina y el antibiótico de la civilización que tanto despreciaban), los
herederos del existencialismo, los padres de la contracultura, lo beat, el
ecologismo, etc. han guardado en el armario sus viejos símbolos que
trujamanearon en su día los actuales y viven confortablemente de sus ingresos
profesionales; "escribieron en el viento", y su mensaje quedó tan
sólo impreso en el recuerdo.
Quisieron cambiar el mundo con canciones y
cuando no lo lograron se zambulleron en él, o, como otros más desencantados, pidieron
que lo pararan para apearse. Pero, los del Parterre, esos no son hippies. Esos
son comerciantes espabilados que, eso sí, como los otros, se aprovechan de la
organización ciudadana, las infraestructuras municipales y las grandes
afluencias urbanas a cambio de unas aportaciones mínimas como contribuyentes.
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