Estos escritos son una recopilación
de 80 a 100 columnas periodísticas sobre perfiles urbanos, publicadas en los
desaparecidos diarios Hoja del Lunes y Hoja de Valencia, durante el periodo
entre octubre de 1991 a abril de 1992. Creo que su mayor valor es el testimonio cotidiano que observaba en Valencia hace más de veinte años. Espero que os guste.
Sony Grau Carbnell
Tipos, Típicos, tópicos
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PORTERAS
La portera de la finca de mi abuela es todo
un personaje, en vías de extinción, y por ello merecedor de ser declarado tipo,
típico, tópico, protegido.
Cuando al llegar al zaguán la vislumbro
dentro de la garita (ese pequeño espacio en el que está prisionera de 8 a 2 y
de 4 a 10), ya puedo estar segura de que he sido detectada por su radar de
experimentada observación. ¿Cómo logrará captarme? A veces, confieso que
malévolamente, entro de puntillas, sin que los tacones redoblen sobre el suelo.
Banal tarea; ya está ella alertada por quién sabe qué misteriosos poderes y
surge a
mi encuentro para saludar mientras espero el ascensor. "¿Qué, a visitar a
la abuelita?', me pregunta con su mejor sonrisa, arrebujándose bajo su
toquilla, en un gesto habitual de imaginarios escalofríos, tan femenino, tan
marujil. Y comienza el interrogatorio infalible que haría envidiar a la KGB,
CIA y Mosad juntos.
En los pocos segundos del trayecto
descendente del artefacto logra sonsacar, a mí y a cualquiera, las intenciones
de la visita, la procedencia y destino inmediato de ésta, la salud de los
allegados, y un sinfín de personales circunstancias. Claro que, a su vez, ella
suele ser recíproca en informaciones, si se desea conocer cuánto, cómo y porqué
del piso que se vende o alquila, de la marcha de los negocios periféricos, de
en dónde hay un practicante a domicilio, un albañil, un fontanero, y todo un
largo etcétera de servicios, mejor informados que en las páginas, las
amarillas.
Sólo hay una hora de huelga voluntaria en
estos menesteres. Es la hora mágica para entrar y salir sin casi ser visto. La
hora eterna de ausencia vigilante, en la que esta entrañable portera no saluda
ni a su madre: es la hora del culebrón. Pero no crean, aunque en ese tiempo no
se dé por enterada, ha estado, con sus misteriosos poderes, al tanto de quién
se dejó el ascensor abierto (para chincharla, porque le tiene tirria) o quien
tiró la colilla en el patio porque es un gorrino que le importa un pito el aseo
y limpieza de la finca...
Créanme, cuando a veces me acerco a
cualquier edificio nuevo, patios funcionales, solitarios, fríos, donde el
portero electrónico (¡qué horror!) o el videoportero pretenden sustituir el
servicio humano; no dejo de recordar a la señora Rosa, la portera de la finca
de mi abuela, como alguien castizo y añejo de una época socialmente humana y
relajada.
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