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28 ene 2014


 




                   




Estos escritos son una recopilación de 80 a 100 columnas periodísticas sobre perfiles urbanos, publicadas en los desaparecidos diarios Hoja del Lunes y Hoja de Valencia, durante el periodo entre octubre de 1991 a abril de 1992. Creo que su mayor valor es el testimonio cotidiano que observaba en Valencia hace más de veinte años. Espero que os guste.
                                    Sony Grau Carbonell




              




   Tipos, típicos, tópicos


 

                    LOS INTELECTUALOIDES

 

                                      

 

     Son un enjambre que rodea a los famosos escritores, pensadores, poetas laureados y reconocidos, buscando el saludo amistoso, como las moscas al pastel, y para ello no pierden ocasión de asistir a cualquiera de los acontecimientos culturales de nivel. Eso sí, financiados por los despachos generosos del poder político. Se trate de presentación de libro costosísimo y a cuenta del erario público, mesa redonda con personajes traídos de Madrid con alto caché y hotel de cinco estrellas; lectura poética ininteligible y aburridísima..., no dejan de presentarse para ser vistos y que cuenten con ellos en posibles futuras reuniones, a las que poder sumarse como corte de meritorios émulos de los esperpénticos personajillos de Valle Inclán, sobre todo en "Luces de bobemia". Para ellos no hay mejores autores que los reconocidos por el triunfo, el aplauso y la subvención oficial. Y no les importa si el triunfo se adquiere cediendo a la ética, si el aplauso fue concertado, o la subvención conseguida en pactos de amiguismos; no importa, para ellos lo que cuenta es el final a base de los medios que sean.

 

Son incapaces de emitir una crítica sincera, objetivamente analizada desde el punto de vista literario o artístico exclusivamente, sin pasarla por el cedazo del interés a los prejuicios de casta. Suelen preguntar: "¿Quién es ése?", y si no figura en la lista de los que se barajan (a veces con cartas trucadas) la fama en la ciudad, entonces no escribe bien, ni pinta, ni puede emitir pensamientos dignos de atención.

    

     Si fuesen verdaderos intelectuales, tendrían la grandeza de reconocer la calidad sin importarles el nombre, aunque cínicamente tuviesen que admitir que la vida social es así de tramposa. Mas para esto es necesaria una pequeña dosis de clase, de aristocracia ortegiana, y un mucho de valentía, virtudes que no se encuentran en la órbita de estas almas pequeñas y mezquinas. Posiblemente algún día alcancen el reconocimiento de tertulias y grupúsculos más o menos desconocidos; satisfechos, se pavonearán por los cócteles dee inauguraciones apoyados en la amistad de algún "importante" cargo oficial y, aunque para ello haya cedido a fidelidades amistosas interesadas olvidando viejos amigos, viejas reuniones y viejas enseñanzas de autenticidades, podrán presumir ante unos pocos y engañar a otros pocos, de que han logrado subir un escalón hacia la fama.

 

     Peldaño resbaladizo en el que se suele estar continuamente

observando las últimas tendencias, caprichos o imposiciones culturales para elogiar o denostar tal o cual ismo.

 

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