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20 ene 2014


                   


Estos escritos son una recopilación de 80 a 100 columnas periodísticas sobre perfiles urbanos, publicadas en los desaparecidos diarios Hoja del Lunes y Hoja de Valencia, durante el periodo entre octubre de 1991 a abril de 1992. Creo que su mayor valor es el testimonio cotidiano que observaba en Valencia hace más de veinte años. Espero que os guste.
                                    Sony Grau Carbnell





                 Tipos, Típicos, tópicos
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                PORTERAS

 

 

     La portera de la finca de mi abuela es todo un personaje, en vías de extinción, y por ello merecedor de ser declarado tipo, típico, tópico, protegido.

    

     Cuando al llegar al zaguán la vislumbro dentro de la garita (ese pequeño espacio en el que está prisionera de 8 a 2 y de 4 a 10), ya puedo estar segura de que he sido detectada por su radar de experimentada observación. ¿Cómo logrará captarme? A veces, confieso que malévolamente, entro de puntillas, sin que los tacones redoblen sobre el suelo. Banal tarea; ya está ella alertada por quién sabe qué misteriosos poderes y surge a mi encuentro para saludar mientras espero el ascensor. "¿Qué, a visitar a la abuelita?', me pregunta con su mejor sonrisa, arrebujándose bajo su toquilla, en un gesto habitual de imaginarios escalofríos, tan femenino, tan marujil. Y comienza el interrogatorio infalible que haría envidiar a la KGB, CIA y Mosad juntos.

    

     En los pocos segundos del trayecto descendente del artefacto logra sonsacar, a mí y a cualquiera, las intenciones de la visita, la procedencia y destino inmediato de ésta, la salud de los allegados, y un sinfín de personales circunstancias. Claro que, a su vez, ella suele ser recíproca en informaciones, si se desea conocer cuánto, cómo y porqué del piso que se vende o alquila, de la marcha de los negocios periféricos, de en dónde hay un practicante a domicilio, un albañil, un fontanero, y todo un largo etcétera de servicios, mejor informados que en las páginas, las amarillas.

    

     Sólo hay una hora de huelga voluntaria en estos menesteres. Es la hora mágica para entrar y salir sin casi ser visto. La hora eterna de ausencia vigilante, en la que esta entrañable portera no saluda ni a su madre: es la hora del culebrón. Pero no crean, aunque en ese tiempo no se dé por enterada, ha estado, con sus misteriosos poderes, al tanto de quién se dejó el ascensor abierto (para chincharla, porque le tiene tirria) o quien tiró la colilla en el patio porque es un gorrino que le importa un pito el aseo y limpieza de la finca...

 

     Créanme, cuando a veces me acerco a cualquier edificio nuevo, patios funcionales, solitarios, fríos, donde el portero electrónico (¡qué horror!) o el videoportero pretenden sustituir el servicio humano; no dejo de recordar a la señora Rosa, la portera de la finca de mi abuela, como alguien castizo y añejo de una época socialmente humana y relajada.

 

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